Por Fernando Antuña
Un capricho es una idea o propósito que uno forma arbitrariamente, fuera de las reglas ordinarias y comunes, sin razón. Como acto psíquico, es un acto de la voluntad imperfecto.
Las personas caprichosas se definen como aquellas que reclaman que sus deseos sean satisfechos de inmediato, con independencia de la necesidad o utilidad de los mismos, que con frecuencia suele ser escasa o nula.
Hace menos de una semana dos sucesos, en el mismo lugar, impactaron en la política nacional.
El presidente Alberto Fernández abrió las sesiones ordinarias en el Congreso Nacional, como lo suelen hacer los mandatarios cada 1 de marzo. En un momento del discurso, que era monitoreado en silencio por los presentes, cuando el Jefe de Estado hizo alusión a la deuda contraída por su antecesor Mauricio Macri, la bancada de Juntos por el Cambio: léase, parte del larretismo y macrismo, salieron eyectados de sus bancas, como muestra de enojo y disconformidad. Primera foto para analizar
Por otra parte, quien también demostró su descontento ante el Presidente, y también dejando un claro mensaje de diferencias en la coalición gobernante, fue la silla vacía del referente de la Cámpora, Máximo Kirchner, quien acusó razones personales por el faltazo. Segunda foto para analizar.
Todo hecho es político, acuña una frase. Seguramente ambos comportamientos tienen diferentes lecturas según los ángulos en lo que se los aborde. Habrá quienes lo justifiquen y quienes los aborrezcan, porque siempre termina en el hueco analítico de la grieta.
Ahora ¿qué pasaría si todos actuáramos de “manera caprichosa”, como lo han hecho estos legisladores? ¿Se imaginan una anestesista en el medio de una intervención quirúrgica abandonado su puesto de trabajo porque no se lleva mal con el cirujano a cargo? ¿O un piloto de avión desoyendo las órdenes de la torre de control porque tiene diferencias con el operador de vuelo? Sin ir a extremos tan exagerados, ¿podría cada uno en su ámbito laboral no asistir al trabajo porque le cae mal su jefe, o cuando éste da una orden que no nos gusta dar media vuelta y marcharnos? ¿Es posible realizar estas acciones sin consecuencia?
¿Por qué la “casta política” se enoja cuando aparecen los “milei”, o las acciones de los “maratea”?, cabe aclarar que la “farandulización” de la política no solamente le cabe a la década menemista; de esa época hacia aquí podemos contar un sinnúmero de “outsider” que ponen nerviosos, en muchos casos, a los “idóneos”.
Hay que exigir más a quienes nos representan. ¿Acaso, quizás, debiéramos involucrarnos más como ciudadanos? ¿Nuestra responsabilidad es solo al momento de emitir el voto, como un acto simple administrativo? ¿Cuáles son las consecuencias para un legislador que no asiste a una apertura de sesión de su “jefe político”, entre comillas, o para parte de un bloque que abandona su puesto trabajo?
De hecho están ocupando sus bancas por elección y no por capricho.