Con la llegada por primera vez a la Argentina de una mega muestra inmersiva, dedicada a Vincent Van Gogh, se revitalizó el interés por la atribulada vida del artista que murió a los 37 años en la pobreza, aunque sus obras hoy valen millones, que a lo largo de su vida pasó un tiempo en un psiquiátrico, se cortó la oreja, vendió una sola obra y tuvo un largo romance con la naturaleza que lo rodeaba, capturada en sus mágicos lienzos.
El mito se acrecentó con el paso del tiempo. Fue la imagen perfecta del artista sumido en la locura, incomprendido en su época. Cuentan que Van Gogh no pudo pagar una deuda, por lo que llamó a la puerta del acreedor y le ofreció una carretilla llena con sus pinturas. El acreedor no se dejó impresionar y lo despidió. La mujer le dijo entonces a su marido: “Al menos podrías haberte quedado con la carretilla”. La anécdota -¿la leyenda?- se puede leer en el hall previo de acceso a la muestra “Imagine Van Gogh”, que por estos días atrae a miles a La Rural, de la Ciudad de Buenos Aires.
Allí se exhiben en una suerte de danza coreográfica cerca de 200 obras de Van Gogh (1853-1890), descompuestas en más de tres mil imágenes, proyectadas en pantallas de ocho metros de altura, un cara a cara como nunca antes con las pinceladas de “La noche estrellada”, “Los girasoles”, “Los Lirios” o “Dormitorio en Arles”.
La mayoría de las pinturas aquí exhibidas son aquellas que el genio holandés creó durante los dos últimos dos años de su vida, entre 1888 cuando se traslada a Arles, en el sur de Francia, hasta su muerte en Auvers-sur-Oise en 1890.
Vincent van Gogh nació el 30 de marzo de 1853 en Groot Zundert, provincia de Brabante, Países Bajos, donde su padre era pastor protestante. Era el segundo de siete hijos y recibió el nombre de su hermano mayor, que nació muerto el 30 de marzo de 1852, exactamente un año antes de su propio nacimiento.
Es posible conocer un poco más de la vida de Vincent gracias a filmes como “Van Gogh. A las puertas de la eternidad”, un drama dirigido por Julian Schnabel y protagonizado por Willem Dafoe, o el maravilloso filme animado “Loving Vincent”, la primera película del mundo totalmente pintada, gracias al trabajo de numerosos artistas que recrearon sus obras, escenario de una historia narrada con originalidad.
De niño, le costaba adaptarse a las normas sociales y prefería, por ejemplo, recolectar insectos, de forma aislada, lo que lo convirtió en objeto de habladurías en su pueblo. Era aficionado a la naturaleza y muy diferente a los demás niños.
A los 16 años, empezó a trabajar en La Haya, como empleado en la sucursal de la famosa empresa parisina Goupil & Cie, dedicada a la reproducción de obras de arte, grabados y fotografías. Allí tuvo un contacto permanente con aguafuertes, litografías y grabados que le abrieron su interés por el arte y lo motivaron a visitar museos siempre que podía. Se mudó a Bruselas, Londres, París, Ámsterdam con diferentes ocupaciones. Una de las experiencias que lo marcó fue la de trabajar como predicador entre los mineros belgas del Borinage.
Conocemos gran parte de sus pensamientos y emociones gracias a sus cartas, que escribía asiduamente a diferentes personas de su entorno, especialmente su hermano Theo. Fue una de las figuras centrales en la vida de Vincent y quien acompañó su carrera como artista. Son más de 900 las misivas que se conservan que Vincent van Gogh escribió a su hermano menor en un lapso de 18 años, la primera fechada en agosto de 1872, y la última en julio de 1890.
En ellas habla de todo: describe las situaciones que vive a lo largo de sus múltiples cambios de residencia, le recomienda libros, manifiesta su predilección por ciertos pintores, describe de manera minuciosa los dibujos o pinturas en los que trabajaba, reflexiona sobre la composición y el uso del color, e incluso a veces añade pequeños bocetos para que su hermano se hiciera una idea de su trabajo. Es gracias al intercambio epistolar que sabemos que Van Gogh realizó unas 900 pinturas y 1600 dibujos, que “El viñedo rojo” es la única obra que vendió en vida, y que en su pequeña biblioteca tenía una copia de la Biblia, la Revolución Francesa y ejemplares de Dickens, Víctor Hugo y Emile Zola.
Desde fines de noviembre de 1885 hasta febrero de 1886, Van Gogh permaneció en Amberes, donde conoció los grabados japoneses, que al igual que muchos de sus contemporáneos impresionistas, admiró con pasión por ser un arte popular, de colores vivos y ornamental, con marcados contornos de motivos y figuras, y un tratamiento de los volúmenes sin claroscuros.
Prueba de ellos son las “Ramas de un almendro en flor” que Van Gogh pintó sobre un intenso cielo celeste, o “El camino a Saint-Remy”, como un mosaico de colores entrecruzados, los campos de trigos, bajo los cálidos rayos de sol, o con sus nubes arremolinadas, las barcas de pesca en la playa.
En febrero de 1888 Vincent se estableció en Arlés, al sur de Francia, donde soñaba con fundar una colonia de artistas. Incluso llegó a alquilar una casa para tal fin, la llamada Casa Amarilla, en donde se encontraba la habitación tan famosa representada en el cuadro. Es una de sus etapas más prolíficas y en sus obras refleja lo que ve: el cielo, el sol, los paisajes, los fondos urbanos y rurales, los aldeanos, las campesinas, las naturalezas muertas. Allí recibe a Paul Gauguin, quien permaneció con él en Arles del 23 de octubre al 23 de diciembre, una visita cargada de discusiones. Tras la marcha de Gaugin, van Gogh se cortó la oreja en un ataque de delirio. Luego lo persiguieron pensamientos suicidas y se instala en un manicomio de Saint-Remy-de-Provence.
“Quiero decirte que creo que he hecho bien en venir aquí, porque, al ver la realidad de los locos y lunáticos de este grupo, estoy perdiendo mi vago temor, mi miedo a la cosa. Y poco a poco voy considerando que la locura es una enfermedad como cualquier otra”, escribió Vincent a Theo desde el manicomio de Sain-Paul de Mausole, cerca de Saint-Remy-de-Provence. Allí pintó la famosa “La noche estrellada”.
En mayo de 1890, se trasladó a Auvers-sur-Oise, por recomendación del doctor Paul Gachet, protagonista de uno de sus retratos, donde lo muestra con mirada cansada y la cabeza inclinada, con expresión melancólica. Allí tuvo períodos de melancolía y de euforia creativa por igual. Se desconoce con exactitud cuál fue el último lienzo de Van Gogh, pero se cree que pudo haber sido el “Campo de trigo con cuervos”, una atmósfera de presagio en el paisaje, de pinceladas vigorosas, bajo un cielo turbulento. En esos mismos campos se disparó en el pecho y murió el 29 de julio de 1890.