Después del video realizado por Mauricio Macri para anunciar que no se postulará en estas elecciones 2023 a una candidatura presidencial por tercera vez, varios (simpatizantes, como mínimo), salieron a calificar la actitud del ex presidente como “humilde”, “valiente” y se llegó a subrayar como “un acto de grandeza”.
Ahora bien, vale la pena analizar lo que vimos.
En primera instancia tenemos un fallido ex presidente derrotado en sus ansias de reelección sin haber podido llegar siquiera al balotaje ante un candidato con el respaldo peronista, pero mediocre.
Después de especulaciones, solo tejidas dentro de su propio espacio, ese líder interno reaparece para anunciar a viva voz y como si verdaderamente alguien pudiera pensar lo contrario, que finalmente no será candidato en las presidenciales que se vienen.
Pero también vemos un discurso reiterativo, en los 6 minutos y 7 segundos que dura no se repite más que el relato que viene esgrimiendo desde que contrató la experta asesoría de Durán Barba para ganar aquella elección del 2015: “La culpa es del pueblo argentino que por 80 años votó lo que quiso, equivocado, obvio. La culpa es de que el pueblo le creyó a los “malos” en vez de a los “buenos”, sacando los cuatro años de su mandato, obvio.
La culpa es de todos, menos de él, de su ministro de economía, de su jefe de gabinete y del resto que lo acompañe y piense que la deuda fue una buena idea financiera”.
Esto también ya lo vimos y oímos. Desde diferentes sectores y en diferentes momentos de la historia.
Ahora bien, solo resta analizar lo que ya todos sabemos; no existe grandeza en lo obvio. La grandeza radica en lo extraordinario y lo extraordinario rara vez suele ser predecible (o menester de algún político moderno).
Ahí la gracia del asunto amigos.
Opinión: Julio Montero (periodista Data Digital 105.1)
